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Hablemos de la derrota

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Las oposiciones siempre tienen dos caras. Por un lado está el aprobado, es la cara amable a la que todo el mundo hace mención. El aprobado te proporciona un gran alivio, orgullo y felicidad por el trabajo bien hecho, por no hablar de las perspectivas positivas a futuro que se abren ante ti. La otra cara de las oposiciones es el suspenso, precisamente la realidad que predomina y de la que tan poco se habla.

Napoleón dijo en una ocasión que “La victoria tiene 100 padres pero la derrota es huérfana”. Es totalmente cierto. A todos nos gusta festejar y comentar las victorias pero solemos ser muy reservados con las derrotas.

En una oposición hay casi siempre menos plazas que aspirantes. La proporción puede ser bastante desfavorable, de tal forma que es habitual ver un montón de personas que, con una mejor o peor preparación, no han podido superar el corte que fija la nota del último opositor que completa el cupo de plazas ofertadas.

La derrota en una oposición puede ser causada por numerosas razones (falta de cantidad o calidad en la preparación, falta de conocimiento y adaptación a las características de la prueba, errores de hecho o de comprensión en la ejecución del examen, problemas físicos o psicológicos, etc.), pero si lo reducimos a la mínima expresión una oposición no deja de ser un todo o nada, blanco o negro, éxito o fracaso. Sin embargo, ¿realmente es así? En mi opinión, NO.

Cuando uno falla en aquello que intenta, se encuentra en una gran disyuntiva: seguir adelante o rendirse. Para mí, esta SÍ es una decisión que marcará la diferencia entre el éxito y el fracaso. Si en este momento de debilidad consigues levantarte y mantenerte en pie, habrás optado por la más difícil y acertada decisión de las disponibles y la que finalmente te conducirá a buen puerto.

Todos hemos fracasado en tareas importantes a lo largo de nuestra vida, ya sea en el deporte, las relaciones personales o las oposiciones. Pero es que el fracaso forma parte del proceso de aprendizaje y de mejora. Si la vida no nos pusiera dificultades, nunca mejoraríamos ni llegaríamos a ser la mejor versión de nosotros mismos.

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Si no has pasado el corte en tu oposición, sobre todo no te tortures, no pienses que no vales nada ni seas demasiado duro contigo mismo. Tampoco hay que poner excusas y echarle la culpa a cualquier cosa que no apunte a ti mismo. Es el momento de reflexionar en profundidad, de hacer introspección y preguntarse qué ha fallado. Toca ser responsable, analítico y ponerse las pilas. Tal vez la oposición a la que te presentaste es muy exigente para ti y has pensado en probar con algo más asequible. Quizás la técnica de estudio no ha sido eficaz para el tipo de examen que tenías que afrontar. Posiblemente te lo has jugado todo a una carta y no has buscado una oposición que sea regular en las convocatorias, o que no comparte temario con otras a las que también te puedas presentar para aumentar tus posibilidades.

Sea por el motivo que sea, es necesario que encuentres esas respuestas siendo sincero, objetivo, responsable y, después de unos días de obligado descanso y reflexión, retomes el estudio atacando tus puntos débiles, diversificando tus opciones y siendo de nuevo optimista.

Opositar no es un sprint, sino una carrera de fondo, y si consigues resistir hasta el final, hay una plaza de funcionario de carrera esperando al final del camino. Todo lo que has aprendido sigue ahí, esperando a que le des una nueva oportunidad para ser aprovechado. Solo debes levantarte, con carácter de acero, e intentarlo tantas veces como sea necesario. Ya has conseguido otras cosas difíciles en tu vida y ahora no va a ser diferente. Si otras personas similares a ti lo han logrado, tú no vas a ser menos. Lo más probable es que lo único que te diferencie de ellas sea un intento más, así que sigue adelante hasta alcanzarlo. La suerte siempre sonríe a los más intrépidos.