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Opositar y la exigencia de una planificación realista y flexible.

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– En 2020 la oferta de empleo público descendió un 25%.

– Una parte significativa de la oferta de empleo público fue cancelada por el COVID.

– El 2021 promete ser un año de esperanza para el opositor.

– Una buena planificación es esencial para obtener el puesto deseado en la administración.

En buena medida debido al COVID, en 2020 se publicó un 25% menos de plazas de empleo público que en el año anterior. Numerosas oposiciones fueron pospuestas para ser celebradas en 2021. Para muchos el año 2020 ha sido una ocasión perdida; uno de los años en los que más empleo público estaba previsto ofertar y que la pandemia del Coronavirus dejó seco con la cancelación de multitud de convocatorias.

Aun así, el mensaje siempre debe ser positivo y se prevé que este año 2021 venga cargado de oportunidades en forma de oposiciones a entidades tan significativas como la Sociedad Estatal de Correos y Telégrafos -la popular Correos-, el Cuerpo de Maestros y Profesores de Enseñanza Secundaria, que previsiblemente celebrará todas las convocatorias canceladas el año pasado por la pandemia; Policía Nacional y Guardia Civil, y Agencia Tributaria.

La irrupción del COVID cortó de cuajo el proceso de preparación a pruebas selectivas de miles de opositores de toda España. Esta grave circunstancia nos ha mostrado con claridad meridiana que la preparación de una oposición precisa de una planificación impecable, es decir, suficientemente realista y flexible y, por tanto, capaz de soportar la incidencia de imprevistos no solo pequeños -una leve enfermedad, un trabajo temporal inesperado, un cambio de horario laboral o lectivo, etc.-, también debe permitir sortear grandes y drásticos cambios de contexto, tal como nos ha demostrado el año que acaba de terminar con la propagación del COVID 19 y el gran cúmulo de restricciones que han llegado de su mano y han dado la vuelta a nuestras vidas como a un calcetín.

Todos aquellos que estaban empezando, terminando o se hallaban en plena fase de estudio o repaso del temario se han visto obligados a rediseñar la planificación que, seguramente y no sin esfuerzo, iban cubriendo día a día con el objetivo puesto en llegar a los exámenes con el mayor nivel de conocimientos posible.

Una vez tenemos el temario, tarea en muchas ocasiones ardua por las dificultades que ya apuntamos en el artículo «Un buen temario, primera misión del funcionario» dedicado a la obtención y/o elaboración del material de estudio, es vital planificar las fases de estudio y repaso de un modo, ante todo, realista.

Extensión del temario, dificultad y tiempo disponible.

Una buena planificación girará en torno a tres factores cruciales: la extensión del temario, su grado de dificultad y el tiempo del que disponemos hasta la fecha fijada para la realización de la prueba que nos disponemos a preparar.

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Hay personas que planifican la asimilación del temario únicamente desde el punto de vista de la extensión del mismo. Por temas o páginas, este tipo de opositor confía en que el conjunto de la materia objeto de estudio entraña una dificultad homogénea a lo largo de todo el programa. Sin duda hay oposiciones cuyos temarios se adaptan como un guante a este tipo de planificación. Pero no es lo más común.

Si, como es aconsejable, también eres consciente del grado de dificultad de un temario en concreto, lo más sensato es sistematizar el estudio en base a una asignación del tiempo en función de la dificultad de cada una de sus partes. De esta manera avanzarás en el estudio sin los típicos agobios que surgen cuando, de pronto, encuentras que un tema en particular requiere para su asimilación, por su complejidad y/o extensión, más tiempo que los anteriores. No caigas en la trampa de una planificación rápida e indeliberada. Examina con calma el programa de la oposición y asigna una cantidad de tiempo adecuada para el estudio de cada unidad o división del temario. De esta manera alcanzarás la siguiente fase, la de repaso, en la secuencia óptima del proceso que tú mismo has diseñado para alcanzar el objetivo de conseguir ese empleo público que te proporcionará seguridad laboral y una carrera profesional.

Si preparas tu oposición bajo la tutela de una academia o centro de formación, desde esta recibirás, seguramente, la orientación adecuada. Pero si no es así, lo ideal es que tú mismo realices esa prospección del temario que te permitirá diseñar la mejor planificación. No es necesario que hagas una lectura profunda de las unidades lectivas, pero sí que des un vistazo que, aunque rápido, te dé una idea aproximada del esfuerzo -horas/días de estudio- que requerirá por tu parte. Una vez lo hayas hecho estarás en disposición de construir un cronograma sensato y realista que te allanará el camino, ya que este, tras ese primer acercamiento, habrá pasado de ser algo inhóspito a un paraje que ya no esconde sorpresas desagradables detrás de cada piedra, algo que sucede con demasiada frecuencia cuando se planifica de manera temeraria, a puerta gayola, sin saber nada más que el título de los epígrafes que dan forma al programa.

Estudia por objetivos. Divide el temario y avanza estudiando cada parte, cumpliendo objetivos a corto y medio plazo hasta alcanzar el punto de destino: asimilar la totalidad del contenido y encarar la fase de repaso.

Y en esa planificación que puede abarcar meses o incluso años, dependiendo de la naturaleza de la oposición que se acometa, hay que tener en cuenta la manera de abordar el estudio en el día a día.

La técnica del pomodoro.

Por una parte está la estrategia: hemos sido capaces de planificar las fases de estudio en base al temario al que nos enfrentamos y el tiempo del que disponemos hasta la celebración de los exámenes. Ahora nos corresponde abordar la táctica, la guerra de guerrillas que día tras día nos irá acercando a nuestra meta.

Aunque siempre dependerá del tipo de oposición del que se trate -no es lo mismo opositar a notarías que a un puesto administrativo- es recomendable estudiar por intervalos. Muchos expertos aseguran que tras 25 minutos de concentración en el estudio, el rendimiento baja drásticamente. Empieza autoevaluando este aspecto. Estudia 25 minutos de manera cronometrada y descansa 5. Completa esta secuencia -(25-5)- tres veces y haz un descanso largo de 20 minutos. Repite el proceso hasta que completes tu objetivo diario. Esta es conocida como la “técnica del pomodoro” y su nombre viene de los populares temporizadores con forma de tomate -pomodoro en italiano- que se utilizan en las cocinas para medir la cocción.

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Compra un temporizador con forma de tomate o manzana, lo que más te guste, o utiliza el cronómetro de tu teléfono móvil, pero, independientemente del dispositivo que utilices, no tengas la menor duda de que esta es una técnica que ha dado un gran resultado a todo tipo de estudiantes mejorando su aprovechamiento del tiempo de estudio y, consecuentemente, su rendimiento intelectual.

Eso sí, durante los 25 minutos de estudio debemos estar concentrados única y exclusivamente en la tarea que nos ocupa: estudiar la parte del temario que nuestra planificación tiene asignada para ese día. Debemos esforzarnos por evitar cualquier tipo de distracción que interrumpa nuestra concentración durante el lapso marcado. Pero no hay problema. Enseguida dispondremos de nuestros 5 minutos de descanso en los que podremos tomar un café, un refresco o ver qué hay de nuevo en nuestro WhatsApp.

¿Y de dónde sacaremos fuerzas para levantarnos cada día de la cama con la energía suficiente para encarar una fecunda jornada de estudio? Muy sencillo. Nunca perderemos de vista nuestro objetivo, lo que verdaderamente nos motiva: conseguir ese empleo público que mejorará nuestra vida de una manera determinante.